Del Madrid amurallado sobreviven en la memoria colectiva ejemplos como la Puerta de la Vega.…
Browsing: Plaza de Madrid
Cada 2 de mayo toca recordar la fecha más histórica y relevante del pasado más inmediato de Madrid. Hagamos un recorrido por los puntos de la capital donde se vivió con más intensidad aquel día.
La magia de rebuscar entre tantas fotos antiguas es que te permite construir mentalmente otro…
En esta ocasión dirigimos el rumbo a otro de esos rincones amables y sinceros que…
En los subterráneos de Plaza de España habita casi escondido un restaurante que los amantes de la comida china no deben dejar de probar
Reconozco que cuando atravesé aquella puerta me sentí como Daniel Senpere, protagonista de ‘La sombra…
Es uno de los lugares más reconocibles de Madrid y sin embargo ha ofrecido muy diferentes versiones a lo largo de la historia, demos un paseo por el tiempo pero sin movernos de escenario, la Plaza Mayor.
Tan importantes como alguno de sus edificios o de sus monumentos más característicos son para…
El barrio de La Latina es el más bipolar que existe en todo Madrid, cuando…
Es muy probable que caminando por el centro de Madrid hayáis reparado en un mensaje…
En el centro de la Plaza de Oriente de Madrid, presumida y coqueta, podemos admirar la estatua ecuestre de Felipe IV, una obra que rodeada de tanta magnificencia apenas secuestra piropos o miradas. Sin embargo, todo ésto podría ser bien diferente si la gente supiese los secretos que guarda, que en su momento se trató de una escultura pionera en el mundo y que además, en su realización trabajaron las mejores mentes de la época.
Tenemos que viajar hasta 1640 para conocer un poco más la intrahistoria de esta obra. Felipe IV quería una escultura ecuestre en su honor, al igual que su padre Felipe III dispuso de la suya en la Plaza Mayor. El encargado de dar forma a los deseos del rey fue un escultor italiano, Pietro Tacca. El artista comenzó sus primeros bocetos de la obra cuando recibió una amarga noticia por parte del Conde Duque de Olivares, el rey quería aparecer representado en corveta, es decir, con el caballo apoyado sobre sus dos patas traseras. Algo que hasta el momento sólo se había podido plasmar en pintura. Un encargo novedoso en el mundo que supuso un auténtico quebradero de cabeza por su dificultad.
Para cumplir con el cometido Pietro contó con la magistral colaboración de dos de las seseras más privilegiadas del momento. La primera, la del pintor Diego Velázquez. El artista le envió a Italia dos retratos del Rey para que le sirvieran como referencia. Sin embarg el problema de la postura del caballo seguía latente, sin solucionarse… le resultaba imposible sustentar todo el apoyo del equino y su jinete sobre dos puntos sin que la escultura se viniese abajo. Cuando Pietro no veía solución al dilema se le ocurrió consultar a la única persona del momento capaz de salir airoso del aprieto, el astrónomo y físico, Galileo Galilei.
El eminente hombre del renacimiento no tardó mucho en encontrar la solución. Había que construir la parte delantera de la obra de forma hueca y la trasera de forma sólida y maciza, actuando de contrapeso. Con esta sencilla fórmula de distribución del peso, se logró la primera escultura en corveta del mundo. Con esta pauta que aclaró enormemente el panorama a Pietro, el escultor terminó la obra no sin tener que solventar algún que otro apuro más.
Felipe IV quedó muy disgustado por el poco parecido entre su rostro y el de la escultura así que rápidamente se encargó la elaboración de un nuevo busto mientras la obra, decapitada, aguardaba en un sótano, confiscada. Seis meses después pudo ver la luz, ya completa, y la opinión generalizada era que se trataba, principalmente por su postura, de una obra maestra, algo jamás visto antes, revolucionario. De hecho, hoy en día la crítica la sigue etiquetando como una de las tres mejores esculturas ecuestres del mundo.
Se necesitaron 14 bueyes para moverla y tres ubicaciones diferentes, dos en el Parque del Retiro y otra en el Real Alcázar de Madrid, para dar con su último emplazamiento. El mismo que tiene desde 1843, rodeado de edificios históricos y sobresalientes como el Palacio Real o el Teatro Real. No es para menos, ella también es única.
No tiene fachadas de postal y tampoco posee comercios que merezcan, por sí solos, una visita. Es humilde y austera. Sin embargo, aguarda con timidez a que alguien se atreva a descubrirla, consciente de lo mucho que gana en las distancias cortas. En sus escasos 75 metros de longitud, se respira historia y sosiego, motivo que la hacen una de mis calles predilectas de Madrid, la Calle del Codo.
Cobijada en las entrañas del Madrid de los Austrias, se trata de una pequeña callejuela que une la Plaza de la Villa con la Plaza del Conde de Miranda. Su mayor mérito es haber permanecido casi intacta con el paso del tiempo, apenas una tienda de alquiler de bicicletas y un salón de belleza se han atrevido a romper el hechizo que esconden sus muros.
Su nombre se lo otorgó el Marqúes de Grabal ya que hace un giro de 90º, como si se tratase de un brazo. La placa que adorna esta callejuela característica del Madrid de los Asutrias nos muestra el dibujo de un brazo con una armadura medieval. Con echar un simple vistazo a esta ilustración nos hacemos una idea nítida del trazo que adopta la calle.
Sus muros esconden secretos de rufianes y buscavidas, cortesanos y espadachines. Testigos mudos de aquellos sucesos son la Puerta de la Torre de los Lujanes o el Convento de las Carboneras (llamadas así porque veneraban una imagen de la Virgen de la Inmaculada encontrada en una carbonería). Pasear por este romántico lugar nos brinda la oportunidad de aislarnos del bullicio y recorrer el pasado del Madrid sin alborotos ni enjambres de japoneses.
Ya sabéis además lo mucho que me gusta incluir anécdotas para terminar de esculpir mis historias y mi querida Calle del Codo no podía ser menos. Según cuentan las crónicas de la época, uno de sus transeúntes más ilustres fue el escritor del Siglo de Oro, Francisco Quevedo, quien adoptó la insana costumbre de orinar en esta callejuela siempre que volvía de parranda, además con la manía de hacerlo siempre en el mismo portal.
Hola a todos de nuevo, ¿Cómo han ido estos días? Después de los estragos sanfermineros uno ya está en condiciones de retomar sus vivencias y anécdotas madrileñas… En el último post os dejé abierto un enigma y creo que ha llegado el momento de resolverlo.
Ya os comenté que en una céntrica plaza de La Latina, en la Plaza de la Puerta Cerrada, llama la atención una fachada pintada de morado (o lila, nunca he sido muy bueno para los colores) con una leyenda que viene a decir lo siguiente, “Fui sobre agua edificada, mis muros de fuego son”. ¿A qué se refiere?
Los viandantes leen esta frase y no comprenden si hace referencia a la propia casa o si se trata de una caprichosa adivinanza, la solución a estas enigmáticas palabras, sin embargo, es mucho más sencilla. Habla de los orígenes de esta ciudad, Madrid. El mural, dibujado por Alberto Corazón, nos desnuda y descubre unos datos reveladores sobre esta urbe.
Cuando dice “Fui sobre agua edificada” se refiere a que Mayrit, nombre del asentamiento musulmán que dio lugar al Madrid que hoy todos conocemos, se estableció en su ubicación actual por ser un terreno con muchas aguas subterráneas y por levantarse sobre el arroyo que atravesaba la actual Calle de Segovia. La riqueza de sus tierras hizo que fuese el sitio idóneo para establecer un fuerte musulmán en un lugar privilegiado.
La segunda parte de la frase, “Mis muros de fuego son”, tiene mucho que ver con la concepción original de Madrid (o Mayrit). Al ser una fortaleza, estaba cubierta de una muralla de defensa. El material empleado para su construcción resultó ser sílex o pedernal, por lo que al recibir el impacto de las flechas por las noches (más concretamente de las puntas de metal de éstas), saltaban chispas que vistas desde la distancia parecían pequeñas lenguas de fuego.
Curioso, ¿Verdad?
Discreta y silenciosa, en uno de los laterales de la Calle Mayor aguarda esta bonita…
Sin duda, uno de mis rincones preferidos de Madrid… pasar por ella es como meterse en una máquina del tiempo. Parece que de cualquiera de sus callejuelas puedan salir alguno de los personajes de la novela del Capitán Alatriste.
Hoy solo quería que la viéseis, pero muy pronto os comentaré quien estuvo encarcelado en una antigua prisión que esconde o la importancia de la Torre de los Lujanes, uno de los elementos arquitectónicos que la conforman.