Autor: manuelgme

Hace tiempo leí que cuando estás visitando una ciudad tan importante o más, que ir mirando al frente y a lo que te rodea en las distancias cortas, es ir oteando las alturas. Es precisamente ahí, a un buen puñado de metros, donde muchas ciudades esconden sus tesoros más bellos, sus secretos más profundos. Madrid es un claro ejemplo de ello. Alzando la vista salen a la luz sus mejores galas. Elementos arquitectónicos y artísticos de primer nivel y con mucha historia. Una muestra de ésto son las dos cuadrigas que coronan la antigua sede del BBVA junto a la…

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La zona de La Latina es el espacio donde más secretos y sorpresas confluyen en Madrid, su historia así lo manda. En esta ocasión, nos adentramos en uno de sus portales, en la Cava Baja, para toparnos de frente con un pedazo vivo de la historia de la Villa.

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Eloy Gonzalo es uno de los muchos héroes patrios que son homenajeados por las calles de Madrid. Su escultura, en la Plaza de Cascorro, es una de las más castizas y conocidas de la ciudad, no así su propia historia. Una vida que pasamos a conocer en este secreto….

En 1896, como miembro del Regimiento de Infantería de María Cristina es destinado a Cuba. Allí, la situación para las tropas españolas se complica hasta que se hace insostenible. 170 combatientes españoles, rodeados y arrinconados, frenan como pueden las acometidas de 3.000 insurrectos cubanos en la localidad de Cascorro. La guarnición española estaba siendo duramente castigada y la única vía para cambiar el signo de la contienda era explotar un fortín de madera desde el cual les causaban graves daños. Es en aquel momento en el que el mito y la leyenda de Eloy Gonzalo comienzan a forjarse. El soldado se ofreció voluntario a llevar a cabo esa misión suicida. Sin una familia que le echase de menos aceptó ser él quien volase por los aires el núcleo de resistencia. “Soy inclusero y no dejo a nadie que me llore o me precise”, comentó al aceptar el reto. Para ello, sólo puso una condición, adentrarse en la línea enemiga atado con una soga para que, en caso de morir, su cuerpo pudiera ser rescatado y enterrado en España.

Tal y como podemos ver en la escultura erigida en su honor, marchando con paso firme, con un fúsil, una lata de petróleo y la cuerda, Eloy Gonzalo llevó a cabo su misión con un rotundo éxito y esquivando a la muerte, lo que le convirtió en un héroe nacional. Fue condecorado con la Cruz de Plata al Mérito Militar y a recibir una pensión de 7 pesetas mensuales. En 1897 se le otorgó su nombre a una importante calle, en el barrio de Chamberí y años más tarde, en 1902, el Rey Alfonso XIII inauguraba la escultura en su honor. En cuanto a nuestro protagonista de hoy, una malaria terminó con su vida en 1897 y tras el desastre del 98 su cuerpo fue repatriado y desde entonces, descansa en el cementerio de la Almudena. Sin embargo, su recuerdo permanece intacto en el colectivo madrileño, sobre todo, cada domingo, cuando cientos de personas se dan cita en la Plaza de Cascorro y observan la escultura de este valeroso soldado con esa cuerda que nunca hubo que usar.

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El origen de las terrazas en Madrid

Una vez más, avanzamos con paso firme hacia el septiembre más sombrío, atrás vamos dejando los largos días de sol, la ropa ligera y un elemento imprescindible del verano, las terrazas. Hoy en día, cualquier bar, sin importar su estilo o condición, aprovecha la mínima porción de acera para poner unas mesas y unas sillas al aire libre. No se concibe un verano sin ellas pero, ¿en que lugar de Madrid se instalaron las primeras terrazas?

Para llegar al punto exacto donde se puso en marcha esta bendita costumbre hay que desplazarse hasta la Plaza del Sol y de ahí, a unos escasos metros encontramos el coqueto y recóndito Pasaje de Matheu, que une la Calle Espoz y Mina con la Calle Victoria. Fue precisamente en esta callejuela donde los madrileños pudieron disfrutar, por primera vez, de sus consumiciones al aire libre. Gozando del buen tiempo y del sol. Actualmente es un lugar en el que abundan los restaurantes para ‘guiris’ con enormes cartelones ofertando paella y sangria. ‘Spanish typical food’ a raudales. Sin embargo, en su origen este rincón ofrecía una imagen bien distinta.

Hace unas semanas os hablaba del jardín secreto de Hermosilla 26, a la que definí como un trocito de Londres en el centro de Madrid. Pues este pasaje, durante la segunda mitad del Siglo XIX trató de ser un París reducido a la mínima escala. En aquellos años las galerías comerciales causaban furor por toda Europa, tal fue así que el Matheu en su concepción original fue una galería de tiendas, con elegantes entradas a ambos lados y todo cubierto con un techo de vidrio y metal. Había importantes comercios de ropa de dama y caballero y una iluminación llamativa a lo largo de todo el pasaje.

Más tarde, a lo largo de la década de 1870 surgen los dos primeros locales que pusieron terrazas a sus respectivas entradas, sus dueños eran franceses, un país en el que ésto era de lo más normal, una cuestión que sin embargo, chocó a los madrileños en un primer momento. Lo más curioso de todo es que los dos gerentes eran de posturas políticas e ideológicas totalmente opuestas. Uno, monárquico y conservador que bautizó a su local como Café de París y otro, revolucionario y republicano que llamó al suyo Café de Francia.

Por lo visto, ambos lograron convivir, uno junto al otro, en paz a pesar de sus diferencias, sin saber que su iniciativa de sacar las mesas de los clientes al exterior, se convertiría, casi un siglo después, en uno de los símbolos más representativos de la ciudad y del país, las terrazas de verano que tanta vida dan a nuestras calles.

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Hoy voy a cambiar un poco el formato de la entrada al post. Normalmente suelo acompañar las entradas con una imagen que os ubique un poco de lo que estoy hablando, sin embargo, el ‘secreto’ de este lunes es precisamente una fotografía, una imagen, así que tendréis que seguir leyendo si queréis verla. 🙂

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Un restaurante que está dando mucho que hablar

Por el ‘Abrazo de Vergara’ se conoce al tratado firmado en Oñati, Guipúzcoa, en 1839 y con el que se puso fin a la primera Guerra Carlista pero no, tranquilos que no os habéis equivocado de blog, ni esto es una clase de historia… os invito a que conozcáis un restaurante que lleva ese mismo nombre y que a base de ilusión y trabajo bien hecho se están labrando una notable reputación en todo Madrid.

Descubrí este coqueto restaurante por medio de Tripadvisor, el portal que casi siempre utilizo para buscar nuevos desafíos gastronómicos. Las reseñas de los usuarios eran muy positivas y la oferta culinaria, rica y apetecible así que allá que me planté. Situado en pleno Madrid de los Austrias, en la Calle Vergara, a escasos metros de los grandes atractivos de la ciudad, como el Palacio Real, hacer una parada técnica en este restaurante es la opción ideal después de un intenso paseo o como punto de partida a un itinerario por el Madrid más histórico.

El local es pequeño y acogedor, decorado con gusto y de estilo moderno pero sin excesos, nada que ver con esos sitios ultra fashions que no sabes si estás en un restaurante o en una nave espacial. Tampoco enormes comedores y camareros tomando las curvas entre las mesas como Fernando Alonso por el asfalto de Monza. El Abrazo de Vergara es un sitio para disfrutar de forma pausada e íntima, sin prisas. Es lo que se merece. Con la pericia de Javier Gutierrez entre los fogones y el trato exquisito y cordial de Antonio Araujo en la sala, no es de extrañar que la fama de este escondido restaurante se esté extendiendo como la pólvora.

Pero hablemos de lo que más importa cuando el trasfondo de la conversación es un restaurante, ¿qué podemos encontrar en El Abrazo de Vergara? Este restaurante nos ofrece una carta basada en la cocina tradicional, la de toda la vida, pero a cuyos platos se ha querido dar una vuelta de tuerca, pero sin fuegos de artificio, raciones y guarniciones caminan en armonía para sorprender y engatusar a nuestros paladares. Croquetas de txipirones, papas arrugadas con dos mojos, saquitos de queso brie con confitura de tomate o el risotto de boletus con aceite de trufa blanca y crujiente de parmesano son algunos de los ejemplos de lo que digo.

Si queréis averiguar más sobre el ‘secreto’ de hoy, no dudéis en pasaros por su página web, ahí podéis echar un vistazo a la carta. El precio medio de la comida será de unos 25 o 30 euros, una última recomendación, si vais a ir, sobre todo en fin de semana, reservad ya que al ser un local pequeñito es probable que os quedéis sin mesa. Pero si lo que os apetece es no moveros de casa que sepáis que también tienen servicio a domicilio, un lujazo.

Comida, ubicación y trato, no le falta de nada a este presumido restaurante que seguro que no os defraudará. Un ambiente ideal para una cita romántica o para sorprender a vuestras amistades, éso ya no depende de mí.

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Una escultura pionera en el mundo

En el centro de la Plaza de Oriente de Madrid, presumida y coqueta, podemos admirar la estatua ecuestre de Felipe IV, una obra que rodeada de tanta magnificencia apenas secuestra piropos o miradas. Sin embargo, todo ésto podría ser bien diferente si la gente supiese los secretos que guarda, que en su momento se trató de una escultura pionera en el mundo y que además, en su realización trabajaron las mejores mentes de la época.

Tenemos que viajar hasta 1640 para conocer un poco más la intrahistoria de esta obra. Felipe IV quería una escultura ecuestre en su honor, al igual que su padre Felipe III dispuso de la suya en la Plaza Mayor. El encargado de dar forma a los deseos del rey fue un escultor italiano, Pietro Tacca. El artista comenzó sus primeros bocetos de la obra cuando recibió una amarga noticia por parte del Conde Duque de Olivares, el rey quería aparecer representado en corveta, es decir, con el caballo apoyado sobre sus dos patas traseras. Algo que hasta el momento sólo se había podido plasmar en pintura. Un encargo novedoso en el mundo que supuso un auténtico quebradero de cabeza por su dificultad.

Para cumplir con el cometido Pietro contó con la magistral colaboración de dos de las seseras más privilegiadas del momento. La primera, la del pintor Diego Velázquez. El artista le envió a Italia dos retratos del Rey para que le sirvieran como referencia. Sin embarg el problema de la postura del caballo seguía latente, sin solucionarse… le resultaba imposible sustentar todo el apoyo del equino y su jinete sobre dos puntos sin que la escultura se viniese abajo. Cuando Pietro no veía solución al dilema se le ocurrió consultar a la única persona del momento capaz de salir airoso del aprieto, el astrónomo y físico, Galileo Galilei.

El eminente hombre del renacimiento no tardó mucho en encontrar la solución. Había que construir la parte delantera de la obra de forma hueca y la trasera de forma sólida y maciza, actuando de contrapeso. Con esta sencilla fórmula de distribución del peso, se logró la primera escultura en corveta del mundo. Con esta pauta que aclaró enormemente el panorama a Pietro, el escultor terminó la obra no sin tener que solventar algún que otro apuro más.

Felipe IV quedó muy disgustado por el poco parecido entre su rostro y el de la escultura así que rápidamente se encargó la elaboración de un nuevo busto mientras la obra, decapitada, aguardaba en un sótano, confiscada. Seis meses después pudo ver la luz, ya completa, y la opinión generalizada era que se trataba, principalmente por su postura, de una obra maestra, algo jamás visto antes, revolucionario. De hecho, hoy en día la crítica la sigue etiquetando como una de las tres mejores esculturas ecuestres del mundo.

Se necesitaron 14 bueyes para moverla y tres ubicaciones diferentes, dos en el Parque del Retiro y otra en el Real Alcázar de Madrid, para dar con su último emplazamiento. El mismo que tiene desde 1843, rodeado de edificios históricos y sobresalientes como el Palacio Real o el Teatro Real. No es para menos, ella también es única.

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Un lugar donde el silencio y la historia caminan de la mano

No tiene fachadas de postal y tampoco posee comercios que merezcan, por sí solos, una visita. Es humilde y austera. Sin embargo, aguarda con timidez a que alguien se atreva a descubrirla, consciente de lo mucho que gana en las distancias cortas. En sus escasos 75 metros de longitud, se respira historia y sosiego, motivo que la hacen una de mis calles predilectas de Madrid, la Calle del Codo.

Cobijada en las entrañas del Madrid de los Austrias, se trata de una pequeña callejuela que une la Plaza de la Villa con la Plaza del Conde de Miranda. Su mayor mérito es haber permanecido casi intacta con el paso del tiempo, apenas una tienda de alquiler de bicicletas y un salón de belleza se han atrevido a romper el hechizo que esconden sus muros.

Su nombre se lo otorgó el Marqúes de Grabal ya que hace un giro de 90º, como si se tratase de un brazo. La placa que adorna esta callejuela característica del Madrid de los Asutrias nos muestra el dibujo de un brazo con una armadura medieval. Con echar un simple vistazo a esta ilustración nos hacemos una idea nítida del trazo que adopta la calle.

Sus muros esconden secretos de rufianes y buscavidas, cortesanos y espadachines. Testigos mudos de aquellos sucesos son la Puerta de la Torre de los Lujanes o el Convento de las Carboneras (llamadas así porque veneraban una imagen de la Virgen de la Inmaculada encontrada en una carbonería). Pasear por este romántico lugar nos brinda la oportunidad de aislarnos del bullicio y recorrer el pasado del Madrid sin alborotos ni enjambres de japoneses.

Ya sabéis además lo mucho que me gusta incluir anécdotas para terminar de esculpir mis historias y mi querida Calle del Codo no podía ser menos. Según cuentan las crónicas de la época, uno de sus transeúntes más ilustres fue el escritor del Siglo de Oro, Francisco Quevedo, quien adoptó la insana costumbre de orinar en esta callejuela siempre que volvía de parranda, además con la manía de hacerlo siempre en el mismo portal.

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Unos apuntes sobre Lavapies...

Siempre he insistido en que algo de lo que más me fascina de Madrid es la marcada personalidad que tienen sus barrios, cada uno es un mundo en sí mismo, con un aire diferenciado, una disparidad que se hace palpable incluso de una acera a otra, en aquellas calles que hacen de fronteras imaginarias. Chueca, Malasaña, Chamberí o Salamanca viven cada uno a su manera pero si hay un barrio que no entiende de normas ni códigos es Lavapies.

Caminar por este barrio es una pasarela de contrastes, su población, principalmente inmigrante, ha ido dejando su poso en el carácter y en el trasfondo del barrio. Ver angostos ‘videoclubs’ empapelados con dvd´s de Bollywood junto a las típicas corralas madrileñas o a colmados de productos latinos descoloca pero hipnotiza. El Madrid más cosmopolita vive alejado de los neones, entre edificios sin ascensores y fachadas que piden a gritos una nueva capa de pintura.

El barrio, de más de 500 años de historia, fue la antigua judería de la ciudad. Un hecho que marcó para siempre el devenir del barrio. Con la expulsión de la comunidad judía, la sinagoga fue derribada y sobre el mismo solar se levantó la Iglesia de San Lorenzo. En un intento de borrar cualquier rastro del pasado, los nombres que se les pusieron a las nuevas calles, fueron toda una declaración de intenciones, con marcado carácter religioso. La Calle de la Fe o la Calle del Ave María son un ejemplo.

De aquella época medieval, el barrio heredó un rasgo que le acompañaría durante toda la historia y que nadie podría borrar, su nombre. Parece ser que en la plaza central del barrio había una fuente en la que los judíos llevaban a cabo la ablución y se lavaban los pies antes de entrar al templo. De ése hecho el barrio finalmente terminó llamándose ‘lavapies’. Ahora, casi seis siglos después de ser expulsados, los de aquí, y los de allá, conviven en armonía, cada uno portando su credo y sus costumbres.

Lavapies brinda la oportunidad de tomarte una caña bien tirada en un bar castizo, cenar después en un restaurante indio y tomar un deliciosos mojito en una tasca cubana. Un itinerario que nos permite viajar miles de kilómetros en apenas 400 metros de acera. En total, 88 nacionalidades que nos demuestran, día a día, que la convivencia entre diferentes culturas es viable cuando ambas partes quieren.

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La librería con más encanto de Madrid

La Historia Interminable o la Sombra del Viento, ambas tienen en común un elemento notable. La primera es una película que todos disfrutamos durante nuestra infancia, la segunda, una novela actual que ha marcado un hito en la literatura moderna española. Las dos con un nexo, la presencia de un elemento que nos abre las puertas a la fantasía, a lo desconocido…las librerías.

En Madrid las grandes librerías han ido terminando con esos pequeños comercios de sabor añejo, de estanterías repletas de volúmenes descatalogados, donde la anarquía del lugar sólo encuentra fin en la cabeza de sus tenderos. Pero todavía podemos encontrar un lugar donde ésto sucede, un sitio único y brujo, la Librería de San Ginés.

Ubicada en el pequeño pasadizo que lleva el mismo nombre y que va a pasar a la céntrica Calle Arenal, se trata de un comercio que lleva colmando las necesidades de los devoradores de páginas más peculiares desde mediados del siglo XIX. Es un lugar pequeño pero que rebosa historia, encajado en la fachada del edificio. Su armazón de madera y su tejado de tejas curvas le dotan de una belleza austera, de otra época.

En este sitio uno puede encontrar libros antiguos, ésos que pensaba que no hallaría en ningún lugar, y también obras de segunda mano a precios, como el lugar, de otra época. Sólo con echar un vistazo entre los cientos de tomos que sacan a la calle, uno recibe una experiencia igual de gratificante y enriquecedora que la propia lectura.

Curiosos y fanáticos de los libros se dejan caer por este lugar que parece sacado de alguna de las miles de páginas que encierra. Detenerse ante él un día de gris y triste de febrero, y disfrutar de la escena bajo el manto amarillo que nos proporcionan las bombillas desnudas de su escaparate nos brindan una escena encantadora. Después, para entrar en calor, basta con adentrarse unos metros en el pasadizo y disfrutar de uno de los mejores chocolates con churros de Madrid. Con o sin libro, éso ya lo decide cada uno.

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Si queréis estar al tanto de todas las publicaciones de Secretos de Madrid podéis seguir este blog en Twitter, en @secretosdemadri , ahí iré colgando todo lo que salga en este blog pero además curiosidades más breves y otros contenidos. Lo dicho, os espero a todos en @secretosdemadri Un saludo enorme!! Manu

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Toca aclarar cómo comenzó todo ésto...

‘Manu, estamos preparando una campaña para el Canal de Historia y les ha encantado tu anécdota de los leones del congreso, ¿qué te parece si hacemos algo?…’

Con este breve mensaje comenzó toda esta vorágine que ahora ocupa portadas en las ediciones digitales de los principales medios de España y supongo que algún que otro hueco en papel. A un lado del hilo telefónico se encontraba Edu Baigorri, amigo y publicista de la agencia D6, al otro, un servidor con cara de circunstancias, como el que ve llover cerdos.

Desde ese momento las llamadas de teléfono se sucedieron, primero con la gente de producción y luego con Kike Andrés, el realizador del video, quien insistió en conocerme en persona. (‘Manu, no sabes en lo que te estás metiendo, estos tíos van en serio’ pensaba para mis adentros). En aquel primer encuentro en la Cafetería del Hotel de Las Letras pude adivinar las intenciones de esta gente, incluso admiré el story-board del video. Verse dibujado como si fueses el protagonista de un cómic tiene su punto. Ambos quedamos plenamente convencidos y quedamos para dar vida a esos bocetos y llevar a cabo el rodaje.

Cuando llegué a la hora acordada y vi en el lateral del hotel una furgoneta enorme blanca con unas ocho personas descargando material audiovisual aún tuve la tentación de darme la vuelta y salir corriendo a lo Usain Bolt pero no. Había que demostrar que uno anda sobrado de lo que, precisamente, anda tan escaso el protagonista de toda esta historia. Allá que me fui directo hacia ellos, como un Miura.

Maquilladora, equipos de iluminación y fotografía, unas 15 personas, todo muy profesional y por primera vez en mi vida era yo al que grababan (y no al revés). Disfruté mucho de la experiencia, ellos así lo permitieron, los nervios iniciales se fueron transformando en risas y tuve la ocasión de descubrir un lugar muy especial, la Casa Cultural de los Ejercitos. Un edificio impresionante en todo su interior que vigila con solemnidad todo lo que acontece en la Gran Vía.

El resultado de toda esta locura es una criatura en forma de video, de apenas dos minutos de duración pero del que, como repito, se han hecho eco en todo el país (e incluso al otro lado del charco). Una viralidad excelente y una maravilla que ha permitido que este humilde proyecto llamado Secretos de Madrid sea un poco (o un mucho, mejor dicho) más conocido. De verdad, GRACIAS.

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El Ratoncito Pérez es... madrileño

Durante nuestra infancia la inmensa mayoría de nosotros recibimos la visita nocturna de un pequeño roedor, el Ratoncito Pérez. Un personaje de leyenda que se pasaba la vida recogiendo los dientes que los niños colocaban bajo su almohada y que, a cambio, éste les dejaba un regalo.

Hasta aquí nada nuevo, lo sorprendente de este personaje es cómo y porqué se creo. Una historia que tomó forma entre las grandes salas del Palacio Real y que se utilizó para tranquilizar y entretener a un futuro monarca. Una fábula que dio lugar a una leyenda pero que aún se percibe de forma muy real en Madrid, más concretamente en el número 8 de la Calle Arenal.

Tras la muerte de Alfonso XII tuvo lugar la regencia de María Cristina hasta que el futuro rey, Alfonso XIII cumpliese la mayoría de edad y fuese coronado en 1906. El joven Alfonso, acostumbrado todo tipo de facilidades y mimado hasta el extremo se convirtió en un niño asustadizo y que se alarmaba ante cualquier imprevisto, como la caída de su primer diente de leche.

Su madre para tratar de tranquilizarlo encargó al Padre Luis Coloma que escribiese un cuento para el niño a fin de calmarlo. El Padre Jesuita no tardó mucho en redactar las 13 páginas que dura el relato y que narra las aventuras del Rey Buby (apodo con el que llamaba de forma cariñosa María Cristina a su hijo) quien tras perder su primer diente lo colocó debajo de la almohada junto a una carta y esa misma noche recibió la visita del Ratoncito Pérez.

En la historia del Padre Luis Coloma, el Ratoncito Pérez y Buby, convertido en roedor por un hechizo de su nuevo compañero de fatigas, marchan juntos por la noche recolectando los dientes de los demás niños y finalmente llegaban a la morada del Ratoncito Pérez. Ésta estaba ubicada en un lugar real, la trastienda de la pastelería Carlos Prast, situada en la Calle Arenal Nº8. Ahí, Buby conoce a toda la familia de su nuevo amigo, que vivía dentro de una caja metálica de galletas Huntley (las favoritas de Alfonso).

Hoy en día dicha confitería ya no existe y en su lugar hay unas galerías comerciales pero numerosas placas oficiales y una pequeña estatua de metal de nuestro protagonista de hoy, recuerdan que en dicho lugar tiene su casa el Ratoncito Pérez. Además, en la primera planta del edificio se encuentra la Casa Museo del Ratón Pérez, un lugar donde sorprender a los más pequeños y en el que hay un buzón donde los niños pueden depositar sus dientes y sus cartas.

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El adiós mudo de un símbolo de la ciudad

Hace poco más de un año la Plaza del Sol perdió a uno de sus espectadores más famosos y según pasa el tiempo, parece cada vez más claro que nunca lo volverá a recuperar. El 18 de abril de 2011 unos operarios comenzaron a desmontar el cartel luminoso de Tío Pepe que llevaba 76 años viendo palpitar, en primera fila, el corazón madrileño. La excusa era darle un buen lavado de cara. Ahora al futuro inquilino del edificio, el gigante tecnológico Apple, parece que la presencia de la botella con chaquetilla y guitarra no le convence mucho. Un contrapunto demasiado castizo para una imagen tan ‘cool’.

En 1935 sus 70 toneladas de peso se subieron a lo más alto del ya desaparecido Hotel París, uno de los más chics de la ciudad. Desde ahí fue testigo de excepción de todos los acontecimientos que fueron sacudiendo la ciudad. Sobrevivió a la Guerra Civil, se asustó con el Golpe de Estado, se tragó más que nadie el polvo de las obras de Sol y enmudeció al ver como la gente tomaba la plaza un 15-M que nunca olvidará.

Una curiosidad que poca gente sabe es que la imagen original de la botella tenía un brazo levantado, una postura polémica que el Gobierno de la Segunda República cortó de raíz. Tras una pequeña intervención se le pusieron los brazos en jarra tal y como podíamos apreciar hasta hace unos meses.

A partir de 1950 observó en silencio como la gente comenzaba a detenerse en torno a una baldosa muy especial, el ‘Kilómetro 0’. Años más tarde, en 1967 la escultura de un plantígrado apoyado en un árbol empezó a robarle miradas. Desde las alturas le llegó algún eco que le sacó de dudas. Se trataba del símbolo de la ciudad, ‘el Oso y el Madroño’.

Ya para entonces el luminoso de Tío Pepe se había ganado otro huequecito, éste en corazón de los madrileños. Pasó a formar parte de la memoria colectiva de la ciudad. En 2009, Gallardón, entonces alcalde de la ciudad llevó a cabo una Ordenanza de Publicidad Exterior cuyo objetivo era combatir la contaminación lumínica. Cientos de neones fueron retirados y sólo cuatro elegidos sobrevivieron por su valor simbólico, éste fue uno de ellos.

Parecía que nada ni nadie podría con él pero una vez más, nos equivocamos. Hace unos años nos enteramos que la empresa californiana Apple tenía pensado un desembarco a lo grande en Madrid. Sus planes pasaban por alquilar un edificio entero en el centro neurálgico de la ciudad. Un día, sin previo aviso, se comenzó a desmontar el histórico anuncio con la idea de hacerle una profunda reparación. Todo apunta a que el cartel fue víctima de otro desalojo, éste más pacífico y silencioso que los que estamos acostumbrados…Ésta vez no hubo lagrimas, el abuso se cometió a la luz del día y a la vista de todos. Ahora la estructura aguarda en un almacén de Alcalá de Henares, esperando a que alguien le vuelva a subir a las alturas.

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