Acaba de cumplir 40 años y paradójicamente, es la construcción más antigua de Madrid, egipcio de nacimiento, ‘gato’ de adopción, el Templo de Debod se ha convertido, y de forma merecida, en uno de los rincones más representativos y amables de la ciudad. Rebosa una energía especial, un aura que dota a la zona de un ambiente único.
Ya sea solo, en pareja o en grupo, su visita es casi un acto de purificación. Más de dos mil años de historia avalan a este conjunto arquitectónico que es, desde hace tiempo, uno de los lugares más queridos de Madrid.
Cuando me mudé a esta ciudad, he de reconocer que nunca había oído hablar de este lugar pero en mis primeras investigaciones apunté en rojo la presencia de ¿un templo egipcio en el centro de Madrid? Cuando me acerqué y lo pude disfrutar en persona comprendí todas las alabanzas que sobre él había leído. Colocado en un alto, en mitad de un emplazamiento único, se levanta este pequeño templo, cuyos jardines de alrededor invitan a tumbarnos y a contagiarnos de su magia.
La pregunta surge casi inmediata ¿qué hace en el centro de Madrid? La respuesta aparece en 1968. El templo fue un regalo del país africano a España por acudir a su llamada de ayuda a la UNESCO para salvar los templos de Nubia, en concreto de Abu Simbel, éstos corrían el grave riesgo de desaparecer por la presa de Asuán.
De hecho, durante la construcción de la primera parte de la presa, este templo pasaba 9 meses cubierto por agua, lo que hacia que su sino apuntase claramente a la desaparición, todo ello por su proximidad al Nilo. No obstante, la ayuda externa permitió que varios de estos templos se salvasen y en señal de agradecimiento, Egipto envió alguno de ellos a Holanda, Estados Unidos e Italia además de España.
Madrid acogió con los brazos abiertos este presente que viajó en barco hasta Valencia y luego en camiones hasta la capital, en concreto hasta el Solar del Cuartel de Montaña, lugar en el que se vivió un duro episodio durante la Guerra Civil. Desplazar cerca de 1.300 sillares más de 3.000 kilómetros fue quizás la tarea más sencilla. Los problemas surgieron cuando hubo que comenzar la reconstrucción ya que el Servicio de Antigüedades de Egipto sólo aportó un croquis del alzado y varias fotografías para el montaje. Además en el transcurso del viaje muchos bloques perdieron su numeración. Aquello fue como montar un enorme puzzle a gran escala sin poder mirar la tapa de la caja que sirve como referencia.
Durante su nuevo levantamiento se mantuvo la orientación original, de este a oeste, y finalmente pudo ser inaugurado en julio de 1972. A lo largo de estas cuatro décadas ha aportado un toque exótico y espiritual al centro de Madrid. También, durante todo este tiempo ha tenido ocasión de intimar con sus compañeros de pupitre como la Plaza de España o el Palacio Real. A sus espaldas, con una panorámica celestial sobre la casa de campo, coronada por la Catedral de la Almudena, podemos disfrutar de una de las mejores vistas de la ciudad y posiblemente del mejor atardecer madrileño.
Desde hace algún tiempo han surgido tímidas voces que piden que se cubra para su mejor conservación. Ingredientes como la polución, las inclemencias del tiempo o el vandalismo son un cocktail demasiado fuerte para este anciano que, irremediablemente, se degrada. Pero si se hiciera estaríamos matando uno de los rincones con mayor encanto de Madrid. Lo pude comprobar hace dos años en el Museo Metropolitano de Nueva York, donde guardan bajo techo a uno de los ‘hermanos’ de este templo. Me dio la sensación de estar visitando a un preso en su celda.
En mi opinión, el gran secreto del Templo de Debod es que marco y protagonista van de la mano y solo así, en libertad, brilla y luce con todo su esplendor. Los efectos de los rayos del sol, el reflejo del agua…da igual a qué hora del día pasemos, el efecto romántico de este sitio se mantiene perenne, cautivando de forma sigilosa, generación tras generación, a todo el que se ofrece a hacerle una visita.
4 comentarios
como anécdota comentaré que se planteó su venida a Almería por ser la zona de España que mas se asemejaba a sus características físicas de su original emplazamiento. Pero primaron otros intereses. Me lo contaron el Profesor Manuel Pellicer y su esposa la almeriense de tíjola Pilar Acosta que participaron en la parte que aportó España al gran proyecto de salvar el patrimonio que iba a ser inundado con la construcción de la presa de Asuan en el Nilo y el Lago Nasser.
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Nunca debió ponerse al aire libre. Es una catetada. Los otros tres templos donados por Egipto por el mismo motivo están en museos, Museo Ehipcio de Turín y Leiden (Holanda) y el Metropolitan en NY. Así sólo conseguirán su deterioro.