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No se cansa de recibir visitas ni halagos. En cualquier época del año supone un acierto visitarlo y esa es quizás una de las mayores virtudes de esta catedral de vidrio que asume el papel principal en el secreto de hoy.

El monumento que representa a los héroes del Dos de Mayo ha ocupado hasta siete ubicaciones diferentes en la Villa a lo largo de su vida. Hoy hacemos memoria y revivimos dicho itinerario.

Pocos podrían imaginar que el origen de este icono de Madrid lo encontramos en una aparentemente inocente reforma decorativa. Aquí te lo cuento….

Una escultura pionera en el mundo

En el centro de la Plaza de Oriente de Madrid, presumida y coqueta, podemos admirar la estatua ecuestre de Felipe IV, una obra que rodeada de tanta magnificencia apenas secuestra piropos o miradas. Sin embargo, todo ésto podría ser bien diferente si la gente supiese los secretos que guarda, que en su momento se trató de una escultura pionera en el mundo y que además, en su realización trabajaron las mejores mentes de la época.

Tenemos que viajar hasta 1640 para conocer un poco más la intrahistoria de esta obra. Felipe IV quería una escultura ecuestre en su honor, al igual que su padre Felipe III dispuso de la suya en la Plaza Mayor. El encargado de dar forma a los deseos del rey fue un escultor italiano, Pietro Tacca. El artista comenzó sus primeros bocetos de la obra cuando recibió una amarga noticia por parte del Conde Duque de Olivares, el rey quería aparecer representado en corveta, es decir, con el caballo apoyado sobre sus dos patas traseras. Algo que hasta el momento sólo se había podido plasmar en pintura. Un encargo novedoso en el mundo que supuso un auténtico quebradero de cabeza por su dificultad.

Para cumplir con el cometido Pietro contó con la magistral colaboración de dos de las seseras más privilegiadas del momento. La primera, la del pintor Diego Velázquez. El artista le envió a Italia dos retratos del Rey para que le sirvieran como referencia. Sin embarg el problema de la postura del caballo seguía latente, sin solucionarse… le resultaba imposible sustentar todo el apoyo del equino y su jinete sobre dos puntos sin que la escultura se viniese abajo. Cuando Pietro no veía solución al dilema se le ocurrió consultar a la única persona del momento capaz de salir airoso del aprieto, el astrónomo y físico, Galileo Galilei.

El eminente hombre del renacimiento no tardó mucho en encontrar la solución. Había que construir la parte delantera de la obra de forma hueca y la trasera de forma sólida y maciza, actuando de contrapeso. Con esta sencilla fórmula de distribución del peso, se logró la primera escultura en corveta del mundo. Con esta pauta que aclaró enormemente el panorama a Pietro, el escultor terminó la obra no sin tener que solventar algún que otro apuro más.

Felipe IV quedó muy disgustado por el poco parecido entre su rostro y el de la escultura así que rápidamente se encargó la elaboración de un nuevo busto mientras la obra, decapitada, aguardaba en un sótano, confiscada. Seis meses después pudo ver la luz, ya completa, y la opinión generalizada era que se trataba, principalmente por su postura, de una obra maestra, algo jamás visto antes, revolucionario. De hecho, hoy en día la crítica la sigue etiquetando como una de las tres mejores esculturas ecuestres del mundo.

Se necesitaron 14 bueyes para moverla y tres ubicaciones diferentes, dos en el Parque del Retiro y otra en el Real Alcázar de Madrid, para dar con su último emplazamiento. El mismo que tiene desde 1843, rodeado de edificios históricos y sobresalientes como el Palacio Real o el Teatro Real. No es para menos, ella también es única.