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Hoy comparto con vosotros esta fotografía de Ángel Rollon, una mirada que capta la esencia y virtudes de mi Madrid preferido, el de coloridos edificios y escasos decibelios. Una ciudad de la que nadie me habló antes de mudarme a ella en 2008.

Es uno de mis lugares preferidos de Madrid ya que cada vez que lo visito me transmite una gran serenidad y a la vez un sentimiento positivo. Colorida y agradable, es capaz de esquivar el ‘turisteo’ que la rodea con una magnífica elegancia.

Es uno de los tantos recovecos que guarda Madrid con celo y que, de no estar atentos, es posible que dejemos pasar por alto. Detrás de su inocente y tímida apariencia guarda varios aspectos más que reseñables.

Un lugar donde el silencio y la historia caminan de la mano

No tiene fachadas de postal y tampoco posee comercios que merezcan, por sí solos, una visita. Es humilde y austera. Sin embargo, aguarda con timidez a que alguien se atreva a descubrirla, consciente de lo mucho que gana en las distancias cortas. En sus escasos 75 metros de longitud, se respira historia y sosiego, motivo que la hacen una de mis calles predilectas de Madrid, la Calle del Codo.

Cobijada en las entrañas del Madrid de los Austrias, se trata de una pequeña callejuela que une la Plaza de la Villa con la Plaza del Conde de Miranda. Su mayor mérito es haber permanecido casi intacta con el paso del tiempo, apenas una tienda de alquiler de bicicletas y un salón de belleza se han atrevido a romper el hechizo que esconden sus muros.

Su nombre se lo otorgó el Marqúes de Grabal ya que hace un giro de 90º, como si se tratase de un brazo. La placa que adorna esta callejuela característica del Madrid de los Asutrias nos muestra el dibujo de un brazo con una armadura medieval. Con echar un simple vistazo a esta ilustración nos hacemos una idea nítida del trazo que adopta la calle.

Sus muros esconden secretos de rufianes y buscavidas, cortesanos y espadachines. Testigos mudos de aquellos sucesos son la Puerta de la Torre de los Lujanes o el Convento de las Carboneras (llamadas así porque veneraban una imagen de la Virgen de la Inmaculada encontrada en una carbonería). Pasear por este romántico lugar nos brinda la oportunidad de aislarnos del bullicio y recorrer el pasado del Madrid sin alborotos ni enjambres de japoneses.

Ya sabéis además lo mucho que me gusta incluir anécdotas para terminar de esculpir mis historias y mi querida Calle del Codo no podía ser menos. Según cuentan las crónicas de la época, uno de sus transeúntes más ilustres fue el escritor del Siglo de Oro, Francisco Quevedo, quien adoptó la insana costumbre de orinar en esta callejuela siempre que volvía de parranda, además con la manía de hacerlo siempre en el mismo portal.

Conociendo los 'otros' museos de Madrid

La presencia de grandes pinacotecas como el Museo del Prado o el Thyssen ha catapultado el nombre de Madrid a todos los rincones del mundo. Atraen miles de turistas cada año pero la grandeza de esta ciudad radica en el abanico de opciones que siempre nos ofrece. Alejados de los flashes y de los japoneses existen otros museos mucho más modestos como el que nos ocupa ahora mismo, el Museo de la Ciudad de Madrid donde podemos adentrarnos en los orígenes y las etapas que ha vivido la antigua ‘Mayrit’.

Hoy me he dejado caer por el Museo de la Ciudad de Madrid, situado en la Calle Príncipe de Vergara 140, junto a la parada de metro Cruz del Rayo (entrada gratuita). He de reconocer que hasta ayer no conocía la existencia de este lugar. El hecho de que lo vayan a cerrar próximamente, el 31 de julio, ha hecho que la curiosidad me picase aún más y hoy mismo he ido a verlo.

El museo ocupa un edificio impresionante pero la sensación en general es que el lugar está muy desaprovechado. Demasiado espacio para terminar ofreciendo tan poco contenido, pienso que la historia de esta ciudad da para muchísimo más. La primera planta es totalmente prescindible ya que nos hablan sobre las infraestructuras de las que dispone la ciudad como el Depósito de Aguas de Isabel II o el aeropuerto de Barajas. El problema es que todo tiene un tufillo a herramienta de propaganda político que el aspecto informativo y formativo queda en segundo plano.

En la planta superior ya comenzamos a entrar en materia y sobre lo que nos interesa, la historia de Madrid, desde la prehistoria, hasta la presencia de los romanos y los primeros asentamientos musulmanes. Me hubiese gustado que se profundizase más en estas épocas ya que se pasa muy por encima, de puntillas. Lo que está mejor tratado es todo lo que viene después, el Madrid de los Austrias y la Ilustración. Todo ello acompañado con objetos de la época, retratos y algunas maquetas de mucho mérito.

La última planta es la que más me ha gustado,quizás por ser la que mejor conozco, es la que trata sobre los Siglos XIX y XX y en la que destacan una multitud de maquetas que muestran el gran crecimiento y la re estructuración que sufrió Madrid en esta época. Hay una en la que se puede ver todo el eje que constituye la Castellana, hasta las Torres Kio y otra con la zona del Palacio Real y de Plaza España que ya por sí solas merecen la visita.

Ya os he comentado que en los próximos días se retirarán estas piezas y el edificio se utilizará para albergar parte de las oficinas del Ayuntamiento. El destino de este tipo de lugares está escrito desde hace tiempo, convivir con pinacotecas de la talla mundial del Prado o del Thyssen les hace un flaco favor. Éso y su ubicación alejada del centro hace que tal día como yo sólo estuviésemos unas 15 personas en su interior, una pena. Ahora, exactamente 20 años después de su inauguración, cerrará sus puertas ya que no su mantenimiento no es viable. Otro sopapo a la cultura.