Si hay algo de lo que puede presumir Madrid es de contar en su lista de bondades con un estupendo catálogo de museos. Los hay de fama internacional y otros no tan conocidos, pero igualmente caprichosos y de enorme interés. Unos y otros tienen algo en común, mostrar piezas realmente curiosas que, durante un tiempo, aportaron su granito de arena a la historia. Por este motivo, voy a empezar esta sección en la que iré reseñando algunos de los objetos más pintorescos y llamativos de los museos madrileños. Nuestro primer protagonista, el mapa de Juan de la Cosa que se conserva en el Museo Naval. Un mapamundi de 1500 cuyo gran mérito es ser el primero de la historia, de cuántos han llegado a nuestros días, en el que se puede ver América.
Aunque Cristobal Colón fue cartógrafo antes de emprende sus viajes, el problema es que él nunca dejó ningún mapa conocido de sus diferentes exploraciones. De esa labor se encargaba el cántabro Juan de la Cosa, un navegante español que viajo con el marino genovés hasta en tres expediciones al continente americano.
De la Cosa tuvo un final casi de película y es que falleció en la actual Colombia en el año 1509 después de que unos indígenas le disparasen unas flechas envenenadas. Este hombre, cuyo nombre no es demasiado conocido, fue quien trazó el primer mapa conocido en el que aparece representado el nuevo continente. Éstos nuevos territorios descubiertos aparecen en color verdoso. Una verdadera joya realizada en el Puerto de Santa María, (Cádiz) sobre cuero de toro en el año 1500 y que tiene una dimensiones de 93 por 183 centímetros. Se puede admirar a orillas del Paseo del Prado de Madrid, dentro del excelente Museo Naval.
Este objeto de enorme valor, ya que es la representación más antigua que se conserva del continente americano, como no podía ser de otro modo, también tuvo una biografía muy novelesca y es que pasó siglos relegado en el mayor de los olvidos hasta que un científico francés llamado Charles Walckenaer lo descubrió casi de casualidad en una tienda de París en el año 1832. Años más tarde, en una subasta el Ministerio de Marina de España pujó por esa pieza y la adquirió tras pagar por el 4.231 francos. Un año después de la compra, en 1853, pasó a formar parte del fondo del Museo Naval y ya se pudo admirar por el público en general, tal y como ocurre en nuestros días.