Las mejores fotografías son aquellas que apenas necesitan el acompañamiento de las palabras para poder apreciar y sentir todo su significado y no hay duda que la de hoy es una de ellas.
En esta singular estampa que nos transporta al mes de julio de 1934 vemos como un anónimo personaje es rodeado y casi asediado por diferentes vendedores ambulantes, aunque todo sea dicho, la presencia de éstos no parece incomodarle, más bien todo lo contrario por lo que deja entrever su pose relajada.
En esta nostálgica fotografía de José María Díaz Casariego un hombre sentado en una terraza recibe todo tipo de cuidados y propuestas. Mientras un limpiabotas saca lustre a los zapatos del agasajado, éste mira con atención la variada colección de corbatas que dos vendedores ambulantes han desplegado ante sus ojos. Sin perder detalle aguardan su turno un joven barquillero y por detrás se aproxima otra chica con un cesto, sin que podamos identificar su mercancía. Casi hacen cola para ofrecerles sus humildes servicios.
En total, hasta cinco jóvenes rodean a nuestro personaje sin rostro con la intención de hacer su pequeño y rutinario negocio. Una muestra de como la gente en Madrid se ha ido buscando la vida en las calles, década tras década. Una supervivencia sólo apta para los más listos y vivos, forjada en los espacios urbanos y el asfalto de la gran ciudad que nos brinda estimulantes miradas como ésta.