Madrid tiene tantas oportunidades como quieras darle, tantas caras como le quieras buscar, tanto sueños como puedas imaginar. Es una ciudad que, por mucho que insistas en intimar con ella, siempre se guarda un anhelo, un suspiro. Cuando crees que la has observado desde todos los ángulos posibles, llega alguien que te demuestra que aún hubo un rincón que se te escapó. Iluso de ti.

Es precisamente lo que me ocurrió con esta foto. Hacía mucho que no me sucedía eso de ver una imagen de nuestra ciudad y tardar varios segundos en reconocerla. Cuando me fijé en aquel centro financiero que brillaba ante la caída del sol pensé que se trataba de otra urbe. El novedoso punto de vista me pilló desprevenido. Al poco fui reconociendo amigos y edificios conocidos. No había duda de que se trataba de Madrid.

Me fascina de esta postal como ha sabido plasmar a la perfección ese mérito que siempre atribuyo de Madrid. Como diferentes versiones de la Villa conviven en armonía. Desde sus chatos edificios de sombreo de teja a los colosos de nuevos materiales y brillantes torsos. Todos comparten vida bajo un mismo atardecer que realza la hermosura de nuestra ciudad.

Un bonito cierre del día que sirve también para bajar el telón virtual, durante un par de semanas, de Secretos de Madrid. Toca irse de vacaciones y desconectar un poquito, mi cabeza y cuerpo me lo agradecerán. Mientras tanto, a los que os quedáis por aquí os encomiendo la misión de vigilarme la ciudad y sobre todo, que no se me descontrole. Una última mirada a esta bonita postal y sólo una pensamiento, ojalá todas las despedidas fueran así de hermosas.

Skyline de Madrid

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