El edificio del Banco de España se inauguró en el año 1891, después de siete años de acelerados trabajos, lo que no sé es si en todo este tiempo ha sobrevolado sobre su cabeza un atardecer como el que pudimos ver ayer. Un cambio de cielo de aires morados y misteriosos que provocaron una mirada casi apocalíptica.

Llamadlo premonición, llamadlo casualidad, el caso es que a la hora en la que tomé la foto mi intención inicial era encontrarme bajo tierra, en el metro, de camino a mi casa. Sin embargo, un despiste, provocado por mi mala costumbre de dirigir más mi mirada a la pantalla del teléfono que las alertas del mundo exterior hizo que me equivocase de línea. A modo de penitencia, opté por cambiar de planes y devolverme a la superficie. La estación de Colón fue mi improvisada meta. Subí las escaleras e intuí un cielo juguetón, arremolinándose sobre el Palacio de Comunicaciones y Cibeles. “Manu, hoy te vas a ir a casa con una buena foto” pensé, y no fallé.

Para cuando llegué a la calle de Alcalá el espectáculo se había ido desplazando al oeste de la ciudad. Por más que mis pies se movían más rápido el sol ya empezaba a acostarse. Una persecución desigual que tuvo una colorida recompensa. Me asomé a la barandilla que vigila a la calle de Alcalá y desde ahí obtuve una perspectiva de la que no tenía recuerdo. Una visión diferente cuyos perfiles se potenciaron todavía más con el fabuloso cielo que nos cubría a todos los habitantes de Madrid. Entre real e imaginada, entre amable e inquietante ante mis ojos se extendía una postal, protagonizada por el Banco de España pero con más asistentes como el Círculo de Bellas Artes. Segundos después se encendieron las luces de Navidad y el paisaje cambió radicalmente. Pero de aquella otra visión, os hablaré, e ilustraré, en otro momento.

Banco de España, Madrid

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