No sé si a vosotros también os pasa pero muchas veces, caminando por Madrid, siento pena al ver como muchos de sus principales monumentos han quedado aislados de nosotros. Casi siempre el motivo es el mismo, el tráfico. Esto hace que nunca seamos conscientes del verdadero tamaño de la Puerta de Alcalá o de la exquisita belleza de Cibeles y Neptuno.

Con nuestro protagonista de hoy sucede lo mismo, Cristobal Colón. El marino tiene en bonito homenaje en una enorme plaza de la capital pero, el constante tráfico que lo rodea y la distancia a la que se encuentra de los peatones, hacen que haya quedado relegado a un discretísimo plano.

Agarrando las manos del Paseo de la Castellana y del de Recoletos se encuentra esta plaza que, como hoy vemos, tiempo atrás gozó de una presencia mucho más vistosa, acorde a su relevancia. El monumento de trazas neogóticas se realizó para conmemorar el matrimonio de Alfonso XII con María de las Mercedes de Orleans. Su autoría corresponde a Arturo Mélida y se ejecutó entre 1881 y 1885.

Como veis, antiguamente contaba con unos bellos y frondosos jardines a su alrededor, ideales para un leve paseo, perfectos para así poder apreciar algunos detalles de esta obra, como sus 17 metros de altura o los relieves de su base. Por ejemplo en uno de ellos vemos a Isabel la Católica empeñando varias de sus joyas para lograr financiación para el viaje de Colón, cuya repercusión y consecuencias, todos conocemos.

Hoy luce triste y solitario, rodeado de asfalto y cientos de coches pero antaño, el marino sonrió y dispuso de una vida más bonita y entrañable. Una postal poco conocida que sacamos hoy del baúl de los recuerdos.

Plaza de Colón, finales del Siglo XIX

Share.

About Author

Leave A Reply