Casi desde el mismo punto de vista desde el cual hoy, la Diosa Cibeles otea Madrid, nos ubicamos en este viaje al pasado que, nos lanza directos al año 1910. Entonces, el hoy refinado Edificio Metrópolis no era más que una prometedora pila de andamios. Lo vemos ahí, en el horizonte, asomando, ya digno, su presencia por encima de ese parsimonioso tranvía que, dudamos si llegó a aminorar su marcha, con tal de asegurarse su presencia en la fotografía. Todo es armonía en esta preciosa postal de Louis Levy que nos cautiva y devuelve a los primeros pasos del Siglo XX.
Ocurre en éste, y en otros tantos recuerdos del viejo Madrid, que nos sorprende la cantidad de personas que había diseminadas por toda la escena. Campaban a sus anchas por las grandes avenidas del renovado Madrid, disfrutaban de la ciudad más libremente, sin miramientos, sin amenazas sobre ruedas. Totalmente despreocupados. La ciudad era suya, algo que deberíamos tratar de recuperar.
Este 1910 que hoy visitamos de puntillas supuso en Madrid un antes y un después para la Villa y Corte. La construcción de la Gran Vía se inició en aquella fecha, unos trabajos a los que se sumaron otros, menos visibles pero igual de necesarios, como las infraestructuras del Metro de Madrid. Madrid creció y se hizo adulta a golpe de piqueta. Carruajes, un vendedor ambulante del que desconocemos qué tal le fue aquella jornada en cuanto a ventas se refiere y una presencia que no podemos pasar por alto, la del Banco de España que, con su opulenta figura, lleva embelleciendo el chaflán que forman el Paseo del Prado y la Calle de Alcalá desde que fuese inaugurado en 1891.
Ya han pasado 108 años desde este momento y nos sigue fascinando por su simplicidad y elegancia.