Pensamos que la comida rápida es algo reciente, una moda que nos invade en cada esquina a la par que nuestras calles pierden a jirones su encanto. No obstante, hoy descubrimos que esto es así. Mucho antes de lo que pensamos ya hubo intentos de instaurar este concepto, como hizo el Bar Automático Tánger.
Viajamos a la década de los años treinta del siglo pasado. Un momento concreto en el que desde la gran imitada Nueva York van llegando influencias arquitectónicas y culturales que gota a gota buscan calar en el viejo continente, y Madrid no iba a ser menos. En una ciudad inundada por bares castizos y tradicionales de tapa y vermú apareció un nuevo concepto, moderno y de diseño, ubicado en la entonces denominada Avenida Pi y Margall, número 11. (Lo que hoy sería el número 33 de la Gran Vía).
¿En qué consistía este nuevo local? Lo cierto es que el término “automático” que le acompañaba en su nombre ya ponía a la clientela tras la pista de lo que uno se iba a encontrar al cruzar el umbral de su puerta. Tal y cómo vemos en las fotos, era un tipo de autoservicio en el que uno introducía el dinero (en pesetas, por supuesto) y de unas especies de buzones salía el producto solicitado, en concreto, bocadillos. La idea era que la intervención del camarero fuese la mínima posible para agilizar tiempo (y gastos). Básicamente, era como las cientos de máquinas expendedoras que podemos encontrar hoy por la calle pero a lo grande y convertido en restaurante.
Como se aprecia en las fotos, nada más entrar encontrábamos todas las trampillas donde se encontraban los productos de “comida rápida” y un poco más adelante la barra tradicional. El “bar automático” fue toda una novedad en el momento pero al poco tiempo tuvo que adaptarse a las costumbres ya asentadas y en 1935 aumentó su reducida carta y empezó a despachar también menús y platos. A modo de anécdota, en este local se colocó uno de los primeros fotomatones de Madrid, un aparato que en aquel momento, curiosamente, incluía una báscula, por lo que además de darnos la foto nos proporcionaba, en sólo cuatro minutos, nuestros datos de peso y altura.
De diseño moderno y vanguardista el Bar Automático Tánger fue uno de esos locales que ahora miramos con nostalgia y cariño. Quizás una apuesta arriesgada en su momento pero sin duda, un precursor. Si sus dueños ahora levantasen la cabeza y vieran en lo que se ha convertido la Gran Vía (y en otras tantas calles) en cuanto al tema de la comida no darían crédito. Mucho antes de que las colas del McDonalds formasen parte del día a día de esta céntrica avenida, más discreto y glamuroso, el Bar Automático Tánger, fue el primero en apostar en Madrid por un estilo que hoy domina la ciudad (y buena parte del mundo).
7 comentarios
Enhorabuena y muchas gracias por esta página que hace las delicias de todos los que amamos Madrid.
No llegué a conocer este maravilloso local, el Bar Automático Tánger», pero si conocí en la misma Puerta del Sol aquel llamado «Tobogán» a finales de los cincuenta, en el que durante los primeros meses después de ser inaugurado, se formaban enormes colas de madrileños curiosos que encontrábamos entretenimiento en ir allí a comer de aquel modo tan original, y que probablemente suponía modernizarse un poco.
Unos pocos años después aquel lugar dejó de tener interés y la calidad fue empeorando hasta su cierre.
Insisto en mi agradecimiento por Secretos de Madrid.
Yo también conocí el Tobogán de la Puerta del Sol, en el año 1958 tenía 8 años y recuerdo que alucinaba al ver como podías servirte lo que te apetecía.
Yo también les escribo para darles mi enhorabuena por su entretenida y asombrosa página. Buen Trabajo!! mil gracias
He pensado exactamente el Tobogán cuando leía el artículo de hoy. Me uno a las palabras de lasparri: es una verdadero placer seguir Secretos de Madrid y me encantaría que pusieran alguna foto de aquel querido Tobogán en Sol al que solí ir con una tía abuela muy querida en los años 70.
Un saludo afectuoso.
Muchísimas gracias por toda la información tan curiosa que nos das. Yo soy gata desde el dedo gordo del pie hasta el pelo más alto de la cabeza (3 generaciones de madrileños nacidos en Madrid) y te agradezco mucho estas píldoras que la verdad, me hacen estar muy orgullosa de lo que ha sido mi ciudad a lo largo de tantos y tantos años!!!!
Muy interesante. No lo conocía.
Conocí el Tobogán.