En la Plaza de las Cortes pasan muchas cosas, demasiadas, aunque no nos demos cuenta. Un espacio con muchísimos focos hacia los que apuntar nuestra atención pero por el que, habitualmente, pasamos sin pena ni gloria. Casi todas nuestras miradas se desvían hacia el edificio que le da el nombre y a sus felinos guardianes, Daóiz y Velarde. Sin embargo, este lugar que, observado desde el aire, se descubre como un perfecto triángulo, recoge mucha historia en su perímetro y merece la pena disfrutarlo a pequeños sorbos, igual que una reconfortante taza de café.
A pesar de su aire señorial y distante, muchas veces me desvío de mi itinerario original para descender por la Carrera de San Jerónimo y llegar a este lugar al que, paso tras paso, le he ido cogiendo un profundo cariño. Como decía, su principal valedor es el edificio del Congreso de los Diputados, levantado entre los años 1843 y 1850. De ahí su estatus y pedigrí y también, el goteo de turistas que desfila por su fachada. Pero ¿Qué hubo en este lugar antes de que se construyese? Lo cierto que un tipo de construcción bien distinta, el Convento del Espíritu Santo, en cuyo interior, curiosamente, se llegaron a celebrar algunas sesiones de las Cortes. Aquel inocente hecho marcó el antes y el después de esta zona.
Sin prestar demasiado interés al trasiego de políticos que pasan por aquel lugar, nos topamos con nuestro segundo invitado y a mi gusto, detalle favorito de la Plaza de las Cortes, al gran Miguel de Cervantes. Esta escultura, del año 1834, guarda un hecho curioso y es que fue el primer homenaje público que recibió en nuestro país una persona que no perteneciese ni al ámbito de la política o realeza ni al religioso. A muy pocos metros del padre de El Quijote descubrimos un fugaz secreto, eso sí, puntual como pocos. Dirijamos las miradas a la fachada blanca del Edificio de Groupama.
Son muchas las capitales europeas que tienen entre sus principales atractivos turísticos algún carillón que, gracias a su mecanismo y autómatas, amontona cada ciertas horas a un enorme puñado de turistas. Me viene a la cabeza Praga por ejemplo. Mucho menos conocido y afamado es el carillón que en este lugar se puede disfrutar en la fachada de la sede de esta compañía de seguros. Las figuras fueron realizadas por el dibujante y escritor Antonio Mingote. Éstas representan a Carlos III, a la Duquesa de Alba junto a su caniche, a Goya, al torero Pedro Romero y a una ‘manola’, la típica mujer castiza madrileña. Los cinco, vestidos según los cuadros de Goya, llevan desde 1993 saludando, al menos dos veces al día, a todo aquel que se coloque a los pies del balcón.
No hay más que permanecer unos segundos en la Plaza de las Cortes para darse cuenta de la atmósfera sibarita y elegante que en ella se respira. Dos presencias que ayudan, y mucho, a impulsar esta sensación es la presencia de dos establecimientos hoteleros de primerísimo nivel como el Hotel Villa Real o el ilustrísimo Palace. Éste es uno de los hoteles más afamados y reputados de Madrid. Se construyó en un tiempo récord, entre los años 1911 y 1912 aprovechando el noble solar que, anteriormente, habitó el Palacio de los Duques de Medinaceli. La construcción fue posible así de rápido gracias a la utilización de un material novedoso como fue el hormigón armado. Por sus 400 habitaciones han pasado personajes de talla mundial como Picasso, Pavarotti, Orson Welles o Einstein. Incluso toda una espía como Mata Hari. Sin duda, este sitio merece un secreto por sí solo pero sí os animo a entrar un día y admirar su magnífica cúpula.


Como veis, a la Plaza de las Cortes no le faltan puntos de interés ni le han faltado ilustres vecinos como el poeta Ramón de Campoamor, quien vivió en el número 8. Otro vecino de la zona, un tanto peculiar y escondido, nos aguarda en la desembocadura de la Calle San Agustín. Allí está una escultura de un vendedor de cupones de lotería que homenajea los 75 años del nacimiento de la ONCE. ¿Te has fijado en ella?
La Plaza de las Cortes, además de su rico patrimonio, esconde un último secreto y es que, a mi gusto, desde ella se puede contemplar una de las más hermosas panorámicas de Madrid, especialmente al atardecer. Avanzar por ella, oteando en el horizonte la Fuente de Neptuno y las torres de los Jerónimos nos invita a seguir lanzando pasos por esta ciudad. Mostrando énfasis y disposición en continuar desgranando las bondades de Madrid. Pero de aquellos terrenos, y mucho más, os hablaré en futuros secretos.
3 comentarios
Sin duda un post de lo más interesante, ahora me la mirare con otros ojos.
¡Un saludo!
Pelota.
La pobre plaza de las Cortes, que Gallardón enlosó, desmantelando su jardincillo, y la convirtió en un espacio duro, árido
, sin ninguna personalidad ni atractivo.