El Arco de Cuchilleros es uno de los sitios más especiales de Madrid, es algo que se percibe por el cariño y las palabras con las que el pueblo madrileño siempre se refiere a él. De carácter frío y silueta lúgubre, cruzarlo supone una breve travesía de penumbra entre dos explosiones de vida, la que a sus dos extremos nos arrojan la Plaza Mayor y la Cava de San Miguel, donde el vocerío no tiene tregua.

A pesar de que su nombre “oficial” es, tal y como reza su cartela “Calle de la Escalerilla de Piedra”, la práctica totalidad de la gente ignora dicha denominación y se refiere a él como el Arco de Cuchilleros. El motivo de este nombre lo encontramos a que, antiguamente en su entorno el gremio de los cuchilleros montaba sus puestos daba la proximidad a la Casa de la Carnicería que aún hoy habita en el interior de la Plaza Mayor.

Este pequeño pasaje es sin duda el acceso con más encanto y diferente de los que musitan a la Plaza Mayor. El habitual sol de Madrid, conocedor de este hecho, trata día tras día de colarse en su entrañas y ser partícipe de su historia. En este choque de luces y sombras el genial fotógrafo Francesc Catalá-Roca encontró la inspiración para esta bella fotografía del año 1950. En ella aparecen importantes actores como un anónimo y empecinado porteador, varios viandantes que charlan sin prestar atención al objetivo del fotógrafo e incluso un guardia civil que dialoga con otro vecino a los pies de la escalera.

En segundo plano, ya rascando en el horizonte, un Madrid con cierta bruma que parece despertarse tras una prolongada hibernación. Así lleva siglos siendo el día a día de este arco, soportando los paseos de ida y vuelta de miles de madrileños. Una rutina que aparece perfectamente captada en la imagen de esta semana.

El Arco de Cuchilleros, Madrid

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