Si nos detenemos a observar a ese Calderón de la Barca en lo alto de su pedestal es inevitable no evocar el pasado de este barrio de las Letras, o también llamado de los Comediantes. Para quien no se ubique nos encontramos en la jolgoriosa Plaza de Santa Ana que, tiempo atrás, recibió la denominación de Plaza del Príncipe Alfonso. Difícilmente reconocible por la frondosidad con la que se luce, en este recuerdo, se respiraba en esta esquina de la plaza, donde antes estuvo el corral de la Pacheca y hoy el Teatro Español, un ambiente literario y bohemio. A muy poquitos pasos de este lugar se destapaba la Calle del León, donde se lanzaba el Mentidero de los Representantes, lugar de animados encuentros entre actores, amantes del teatro y autores.
Hubo aquí un convento, denominado de Santa Ana, que fue mandado derribar por José Bonaparte. El único recuerdo que hoy queda de aquello es el nombre que en nuestros días recibe la plaza. Sin duda, un discreto homenaje. En la actualidad, totalmente tomada por terrazas, es una plaza dura y gris. De esas que en verano se descubren más como un espacio a esquivar que en los que evadirse. Nada que ver con la acogedora presencia que mostraba en aquellos tiempos pretéritos. Parece que en este caso, la llamada evolución de Madrid no fue tal, puesto que todos preferiríamos que se hubiese conservado aquella esencia, aquel rostro tranquilo.
Bonita manera de recrearse en el pasado, con esta postal de José Lacoste y tomada entre 1906 y 1910. ¿Nos quedamos allí unas horitas?
Imagen incluida en el estuvhe de Postales Antiguas de Madrid, de Ediciones La Librería.