Seguramente si cualquiera de nosotros, por ejemplo hoy mismo, caminase junto a la Estación de Atocha y se topase con una escena similar, lo primero que haría sería sacar de su bolsillo su Smartphone y disparar. No es para menos, lo insólito del paisaje lo merecería. Lo que no sabemos es qué le impulsó al gran fotógrafo Ragel a inmortalizar este encuadre. Quizás el contraste entre la rudimentaria carreta tirada por bueyes y la estación de Atocha, símbolo del progreso y de una moderna manera de transportarse. El caso es que la fotografía, tomada en el año 1925, es realmente bonita.

Siempre me ha generado un profundo magnetismo el aire decimonónico de la Estación de Atocha. Con sus inquietantes grifos en lo más alto, observando con atención todo cuando se mueve y agita en torno a esta construcción que se gestó como humilde apeadero y que hoy cuenta en su interior con un precioso jardín tropical, lo que la convierte, a mi parecer, en una de las estaciones más bonitas que recuerdo.

Con muchos árboles que ahora, poco ha cambiado desde hace casi un siglo en la Estación de Atocha, al menos en su aspecto interno, porque los hábitos de los miles de pasajeros que la visitan cada día no han podido evolucionar más. Una de esas miradas que te hacen caer en la cuenta de que, aunque el decorado de Madrid por zonas no haya cambiado mucho, lo que representa y lo que se vive en la actualidad, parecen dos universos paralelos.

Estacion de Atocha, Ragel. 1925. Madrid

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