Uno de los primeros refranes madrileños que aprendí fue ese que reza lo siguiente “El que no pasa por la calle de la Pasa, no se casa”. Lo memoricé sin hacer demasiado esfuerzo ya que es una cantinela pegadiza y directa. Lo que no supe hasta un tiempo más adelante fue su significado real, el secreto de Madrid que escondían esas trece palabras. Tan lógico, tan sencillo, tan curioso.

Estamos pues, en disposición de saber el porqué se originó esta frase íntimamente vinculada a esta sinuosa y céntrica calle de Madrid cuya vida está marcada por la presencia de tres puertas, la de la Puerta Cerrada, la del Conde de Barajas y la del Conde de Miranda. Resulta que  uno de los edificios que dan a esta callejuela es, desde el Siglo XVIII, sede del Palacio Arzobispal y en él estuvo, durante muchos años la vicaría, dependencia por la que toda pareja que quería formalizar su amor previamente al paso por el altar, tenía que pasar sí o sí.

Hay que entender que tiempo atrás no existían los matrimonios civiles, es más, estaban prohibidos. Sólo existía el matrimonio por lo religioso así que, todos aquellos que deseaban casarse, se veían obligados a parar por la calle de la Pasa, por el vicario eclesiástico de Madrid. De la ida y venida de tantas parejas por este recoveco del Madrid de los Austrias alguien tuvo a bien soltar esta real y ocurrente frase: “El que no se pasa por la calle de la Pasa, no se casa”. Un refrán que ya no tiene la certeza de los tiempos pasados pero que sigue llevando, a lomos de sus palabras, una realidad que no conviene olvidar.

Por cierto, la cartela de la calle de la Pasa es realmente bonita y hace referencia al porqué del nombre de la calle pero, su explicación la dejamos para otro secreto…

Calle de la Pasa, Madrid

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