El anonimato perdido de San Ginés

En la sección de esta semana de fotografía vamos a transitar por uno de los lugares de Madrid más demandado por turistas, y no turistas todo sea dicho. Un lugar anclado en el tiempo y en el que se respira un aroma agradable y atrayente. Uno de los muchos que tiene Madrid y en los que resulta obligatorio perderse de vez en cuando.

En esta ocasión nos toca ponernos calzado cómodo y caminar para uno de los vericuetos de Madrid más auténticos y genuinos. Casi huyendo de la fama, escondido tras la Calle Arenal  se extiende sin querer la Plazuela de San Ginés, famosa por dar cobijo a una de las chocolaterías más aclamadas de Madrid. Esto hace que a pesar del ambiente intimo y mullido que rebotan sus muros siempre esté bastante transitado.

Sin embargo, este contraste no siempre existió ni fue tan marcado. Hubo un tiempo en el que el reclamo del chocolate con churros no era tan fuerte como para sacar del anonimato a este bello rincón de Madrid. Por eso vivía con tranquilidad el día a día, con sus vecinos que se llamaban entre ellos por sus nombres de pila y con improvisados puestos de comida, tal y como observamos en esta fotografía de 1931.

Tomada desde la perspectiva que nos proporciona la Calle de Bordadores, a mano izquierda el gran pórtico corresponde a la parte trasera de la Iglesia de San Ginés y de frente, ese melancólico arco que hace las veces de cochera hoy está colmado de terrazas y personas. La pena es que hoy, aquellos simpáticos anuncios que cuelgan de las fachadas se han visto sustituidos por grafitis que simplemente ensucian una bonita postal.

Siempre que tengo la ocasión me gusta dejarme caer por este precioso rinconcito de Madrid, da igual la hora del día o la gente que haya, siempre es capaz de provocarme una regresión al pasado. Es entonces cuando me lo imagino tal y como lo vemos en la foto, envuelto en una película de color sepia y viviendo de forma pausada. Luego, el bullicio de fondo, no tarda demasiado en escupirme directo a nuestra moderna realidad.