Cualquiera con una minimísima noción de geografía sabrá que Madrid no destaca precisamente por su mar. Es más, quien quiera verlo y sentirlo tendrá que desplazarse como mínimo unos 400 kilómetros en busca de arena y olas. De todos modos, para paliar esta ausencia los madrileños han hecho suyos y ensalzado a los altares a distintos elementos acuáticos que andan repartidos por la ciudad, y de entre todos ellos, el auténtico mandamás es el Estanque del Retiro.
Veladas románticas, representaciones teatrales, competiciones de natación, naumaquias. Las aguas de este célebre estanque de Madrid han visto de todo. Sin duda, uno de los marcos preferidos de los gatos y de los turistas que encuentran en él una preciosa postal que llevarse a sus sueños. El otro día me sorprendió conocer la edad de este escenario y hoy me he animado a compartirlo con vosotros.
Parece que su existencia, cuando originalmente era conocido como Estanque Grande, se remonta casi a los mismos orígenes del Buen Retiro. Tardó en construirse dos años, los que fueron entre 1634 y 1636 bajo las directrices de un tal Cristóbal de Aguilera. Así que, sí las cuentas no fallan, tiene 383 años. ¡Casi cuatro siglos de vida!

