Resulta paradĂłjico que, llamándose Puerta del Sol, seguramente el momento del dĂa en el que más bonita luce es cuando el astro rey empieza a desaparecer y sobre el cielo de Madrid empiezan a chisporrotear unos destellos cuasi boreales. No han sido pocas las veces que, al anochecer, he avanzado por este torbellino vestido de plaza y he sentido como, durante unos fragmentos de segundo, la vida se desquebrajaba sobre mis hombros.
Soy un gran admirador del trabajo del fotĂłgrafo Dominic Dähncke (aquĂ podrĂ©is acceder a su perfil en Flick y ver sus capturas). Como el mismo describe “tras un dĂa de cielo cubierto, ligeros claros y vuelta a las nubosidad, el cielo se abriĂł para deleitarnos con unos colores espectaculares en el atardecer”.
Sin duda, una imagen preciosa que, en un primer tĂ©rmino nos permite visualizar y casi tocar esa trasiego de personas que se adueña noche y dĂa de este lugar. Personas dispersas que avanzan sin ser conscientes del espectáculo que sobrevuela sobre sus cabezas. Vale que la Puerta del Sol no sea estĂ©ticamente sobresaliente, es más, tiene importantes carencias y mejoras a la vista. Sin embargo, nos regala postales como Ă©sta que, en mayor o menos grado, son capaces de hasta cortarnos el aliento y de hacernos sentir afortunados por su jaranera existencia.