Resulta imposible cansarse de esta mirada. Me temo que hay realidades de las que es imposible aborrecerse. De un abrazo con sentimiento, de una canción que nos acaricie el alma, de un segundo detenido en plena Gran Vía. Como punto de fuga, el Edificio Carrión. Una mirada casi desafiante, buscando el auxilio de los peatones que caminan ensimismados sin apreciar el inigualable entorno que los envuelve.
La composición de esta foto me parece, sencillamente, perfecta. Asfalto y suelo se disputan, a partes iguales, el ímpetu de una Gran Vía escoltada por hermosas fachadas. El toldo azul que nos cubre es un guiño radiante y de optimismo, un cielo que nos cobija y contagia felicidad. Me fascina. Esta fotografía es obra de Adrián Herrero, un madrileño enamorado de Madrid (que no hay tantos) y que entre otras tantas maravillas, en su trabajo captura cositas como ésta, aquí podéis ver su perfil de Facebook.
Todos los días atravieso la Gran Vía y todos los días presencio esta misma instantánea en mis propias carnes y os aseguro que no hay dos momentos iguales. Ahí reside la gran bendición de esta avenida de Madrid. Nunca repite sensaciones o traje, se reinventa cada mañana, cuando el sol se empieza a asomar por sus primeros números, cuando ya añora los primeros murmullos y gentío. Esos que le llevan acompañando más de 107 años de historia.
1 comentario
Quiero contestarte al respecto d q no hay muchos madrileños enamorados d Madrid,con todos mis respetos si q somos muchos más d los q te piensas aunq no lo parezca.Gracias por este rincón maravilloso d mi preciosísima ciudad.De Madrid al cielo!!!!