La Plaza de Callao es sin duda uno de los símbolos del Madrid más comercial, el punto donde confluyen franquicias y personas a un ritmo desorbitante. Los reflejos de sus neones nos envuelven al caer la noche, hasta ese momento, el hormigueo de personas fluye animoso, sin que nada ni nadie lo pare pero, un día a día sin respiro pero ¿Fue esto siempre así?
Es posible que muchos penséis que la irrupción de la Plaza de Callao se deba a la llegada de la Gran Vía, su siamesa y compañera de pupitre. En parte sí, pero en parte no… Aunque su diseño actual sí que es fruto de la construcción de esta colosal avenida, la Plaza de Callao ya existía con anterioridad, con una vida mucho más apartada y recogida, tanto que nos resultad complicado identificarla en la fotografía de 1911 que hoy miramos entre sorprendidos y extrañados.
Su nombre, que da pie a numerosos chistes fácil y juegos de palabras, se debe a la batalla de 1866 que tuvo lugar en el puerto peruano de Callao. Esta explanada llevó una vida más o menos normal y tranquila hasta que en 1917 dieron inicio los trabajos que cambiarían para siempre su aspecto y su estatus.
El cronista de Madrid, Pedro de Répide decía de ella: ”Ha cambiado mucho su aspecto de cuando daba a ella el sórdido callejón, más que calle, de San Jacinto y servía de paso a la Calle de Jacometrezo y a la travesía de Moriana. Ahora queda abriéndose a ampliamente a la nueva avenida…”. Y eso que estas palabras se escribieron en 1925. Seguramente si viese el estado y la actividad de la plaza ahora, 90 años después, se tendría que pellizcar varias veces antes de digerir la nueva realidad que, paso a paso, se fue apoderando de este rincón de la Villa.
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