Las mejores fotografĂas son aquellas que nos hacen clavar la mirada sobre ellas durante unos cuantos segundos, olvidándonos de cuanto nos rodea. Exactamente, esto es lo que sucediĂł el dĂa que me di de bruces con la captura que nos ocupa en este instante. InsĂłlita y polvorienta. No la habĂa visto jamás pero enseguida tuve ganas de formar parte de ella, de su paisaje. De ser uno más de sus actores. Imagino que os ocurre lo mismo.
Los Ăşltimos rayos de sol danzaban por la Calle Carretas, supongamos que aquella primera semana de marzo. La fecha podrĂa ser 1930, quizás un año antes, quizás dos despuĂ©s. Casi que en estos momentos es lo que menos importa. Madrid sonreĂa, con sus dos aceras atiborradas de vida y de gente vestida con abrigo, aunque ese cielo claro y relativamente brillante, nos hace pensar que las estaciones más cálidas del calendario estaban ya casi por llegar.
Una imagen costumbrista, que nos evoca a cualquier episodio sacado de la pluma de autores como Baroja , GaldĂłs o el AzorĂn, quien dijo de este latido madrileño: “En los radiantes dĂas claros madrileños, el cielo se extiende con un lĂmpido y soberbio azul. Los hombres de más peso mental, de más gravedad, de más enjundia, los que verdaderamente representamos la sustancia de la naciĂłn, nos reunimos todos en la Puerta del Sol. La Puerta del Sol es el centro de España. Hablamos del centro moral. Los hombres más graves, más serios, de más enjundia de la España actual, nos reunimos en la Puerta del Sol en el trozo comprendido entre la LibrerĂa de la Fe y la calle del Arenal. El espacio es ancho; dentro de Ă©l cabe hacer algunas subdivisiones; asĂ lo esencial es que aquĂ, en este ámbito, está congregado durante algunas horas del dĂa lo más lo más tĂpico y genuino de la raza hispana”.
Altanera y rebelde, la Calle Carretas siempre me ha dado la sensaciĂłn de ir por libre en esa animada familia que es la Puerta del Sol y esta foto nos demuestra que tiene sentimiento y alma libre. Un volteo de mirada repleto de nostalgia. Aquel 1930 se descubriĂł el planeta PlutĂłn e incluso se celebrĂł, en Uruguay, el primer Mundial de FĂştbol, mientras Madrid, caminaba con paso firme por su propia vida, cobijada en su gabán, desconociendo el oscuro presente que se le vendrĂa en tan solo unos años.
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