Fue un día de octubre de 1977 cuando la Calle de Alcalá, habituada a miles de saludos y despedidas cada día, asistió a todo un encuentro de colosos. A un cara a cara que, los sorprendidos espectadores, tardaron mucho en olvidar. Todo un relevo de colosos que decidieron abandonar su habitual olimpo en las alturas para fundirse con los quehaceres y preocupaciones del resto de los mortales.
¿Y qué hacían estas enormes esculturas a ras de suelo, exhibiendo sus vergüenzas y dejando ver sus verdaderas proporciones, entre tantos peatones? Muy sencillo, el hoy Edificio Metrópolis en su origen fue el Edificio de La Unión y El Fénix, ya que éste era el nombre de la compañía aseguradora que lo construyó. Sus dueños originales optaron por colocar entonces una escultura que, al parecer, representaba a Ganímedes sobre un Ave Fénix como emblema y representante de la nueva empresa.
El caso es que, en 1972, el edificio cambió de dueños, pasando a la compañía Metrópolis, modificando así su nombre. Entonces ¿Qué sentido tenía mantener en lo alto del edificio la figura de bronce que representase a los anteriores dueños? Dicho y hecho. Se optó por colocar una Victoria Alada, obra de Federico Coullaut-Valera y que supone una alegoría de la libertad.
El relevo de este privilegiado punto de guardia, al inicio de la Calle de Alcalá se produjo en 1977 ante la mirada de muchos curiosos que, acostumbrados a ver este tipo de obras desde la distancia, quedaron sorprendidos al ver de cerca el tamaño real de estas obras. Un curioso instante captado por el diario ABC y que hoy quería compartir con vosotros.