Hoy, cualquiera que camine por el comúnmente denominado ‘Madrid de los Austrias’ se topará con una bella rinconada en la bifurcación que forman la calle de Segovia y la de San Justo, a muy pocos pasos de la Plaza de la Puerta Cerrada. Se trata de una mínima plaza anónima, ya que no figura con denominación propia en el callejero de Madrid en la que siempre me fijo. Ahí encontramos una solitaria farola de forja y aspecto clásico y justo detrás de ella, una de las muchas viviendas de la Villa en la que me fantaseo viviendo en algún momento de mi vida.
Al ser un lugar muy común de mis paseos por el viejo Madrid, me llamó mucho la atención encontrarme con esta fotografía de 1954 de este mismo lugar. Aunque con algunas diferencias, claro está, que para ello han pasado desde entonces tres cuartos de siglo. La primera y más evidente es que el bloque de casas que tanto me gusta, era entonces un solar sin demasiado atractivo con un anuncio de la Lotería Nacional. A mano izquierda, vemos iniciarse la pendiente de la calle de Segovia, marcada con las vías del tranvía. Lo que se mantiene intacto desde entonces son las mínimas aceras que obligan a los viandantes a pegarse, codo con codo, con las fachada. Al otro lado,vemos la calle de San Justo y numerosos andamios en el Palacio Episcopal. Trabajos que parecen prolongarse hasta la Basílica de San Miguel.
En el horizonte, sobre aquel cielo tranquilo y entonces gris, se erige la cúpula de la Iglesia del Sacramento, uno de los templos más hermosos de Madrid. En resumen, una mirada de otro tiempo de una de las zonas de la ciudad con más encanto, que poco a poco y obra tras obras, se iba haciendo a sí misma.