Dejaron de ser novedad para formar parte del paisaje urbano de Madrid. Son muchas las esculturas que viven a pie de calle en la capital, perdiéndose y difuminándose entre su alborozado destino, casi ignoradas por los peatones que las confunden con sus semejantes, pero me atrevería a decir que poco les importa. Algunas de ellas pueden presumir de habitar los rincones más bellos e históricos de la villa y eso sí que es digno de mención y de envidia.

Nos trasladamos al que fuese antiguo corazón comercial del Madrid medieval antes de la irrupción de la Plaza Mayor, la Plaza de la Paja. Aquella relevancia de primer orden obligó a este entorno a tener construcciones de calado como el desaparecido Palacio de los Lasso de Castilla. En nuestros días se trata de uno de mis espacios preferidos para empezar a explorar el pasado de Madrid. Un sitio con tantos reclamos que por ello nos sorprende una presencia sedente, apenas perceptible, que aparentemente tiene otras distracciones que poco tienen que ver con la arquitectura y el encanto de la ciudad.

En un entorno que hoy por hoy se ofrece tranquilo y sin demasiados sobresaltos vemos con estupor como alguien se ha adueñado de uno de los bancos. A los pies del Palacio de los Vargas, el edificio de color gris claro y de piedra que hace esquina con la Capilla del Obispo, se percibe una silueta que de lejos puede confundirse con la de una persona real.

Lector en la plaza, de Félix Hernando., en Madrid

Según avanzamos nuestros pasos descubrimos que se trata de otro de esos mimos eternos que visten Madrid. Lo que más llama la atención, y nos confunde, es su postura; aparece leyendo un periódico con un aspecto tan natural y logrado que en cualquier momento parece que va a pasar la hoja del periódico. Esta obra de Félix Hernando, llamada “Lector en la Plaza de la Paja” hizo de ese banco de granito su hogar en el año 1998 cuando fue allí dispuesta.

Como dato curioso se puede indicar que el autor se utilizó a sí mismo como referencia a la hora de esta obra de bronce fundido realizada bajo la técnica de la cera perdida. Aunque hoy desprende un además relajado su instalación se produjo bajo una gran tensión ya que la noche antes de su inauguración aún no estaba completa y varios problemas técnicos hicieron que se pudiese anclar a su banco de forma definitiva “cuando ya casi aparecía el alcalde con la banda de música por la parte baja de la plaza”, según palabras de su propio creador.

Lector en la plaza, de Félix Hernando, en Madrid

A pesar del histórico y valioso paisaje que le rodea, éste ser permanece ensimismado en su lectura, sin mostrar misericordia por los edificios que le vigilan y alaban una mirada. Con su jersey anudado sobre los hombros y sus pies vestidos por un par de elegante mocasines, este hombre no tiene piedad con un periódico que está condenado a no terminar nunca. Si nos acercamos lo suficiente podremos ver ese tajante mensaje que reza la página que lee nuestro amigo. “Entre todos rehabilitamos Madrid”. Un enigmático aviso que nos invita a la reflexión mientras continuamos nuestro paseo.

Lector en la plaza, de Félix Hernando., en Madrid

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