Se terminaron las Fiestas de San Isidro. DespuĂ©s de cuatro dĂas de chotis, claveles, olor a gallinejas y rosquillas toca reanudar el ritmo que hace que Madrid nos lleve en volandas. Han sido unas fechas especiales para mĂ ya que, por fin, he podido disfrutar del lado más castizo de estos dĂas tan bonitos (visita a la Ermita del San Isidro y e ingesta de vaso de agua milagrosa incluidos). En total, 96 horas de enorme desgaste y cansancio acumulado que algunos estarĂ©is llevando hoy de la mejor manera posible, una situaciĂłn que viene muy al hilo de la fotografĂa que os quiero mostrar en esta ocasiĂłn.
Lo de que estos dĂas pasen factura a nuestros cuerpos no es cosa sĂłlo del presente, como vemos, ya en 1900 los paseos por la pradera de San Isidro, los bailes y demás actividades terminaban por agotar a cualquiera asĂ que, cuando la urgencia imperaba, era el momento de echarse una improvisada cabezadita, sin importar el lugar. Para este reconfortante propĂłsito no hacĂa falta más que una buena sombra y un banco donde recostarnos. Algo que encontraron nuestros tres invitados de hoy, un hombre y dos mujeres, que no dudaron en cerrar los ojos y descansar un rato antes de reanudar la jornada castiza.
Espero que vuestro regreso del puente estĂ© siendo lo más llevadero posible y que nadie haya tenido que seguir este ejemplo en vuestros respectivos puestos de trabajo. En fin, os dejo esta simpática estampa para hacer las veces de broche final de estas fiestas tan especiales para la ciudad de Madrid. Señal de que los dĂas previos han sido intensos y, espero, gratificantes.
PodĂ©is encontrar esta foto en esta genial galerĂa de ABC.